La otra crisis financiera: Crecimiento y colapso del sector de microfinanzas en India

Christa Wichterich estudia la integración de las mujeres al mercado financiero y el rol que desempeñan quienes utilizan microcréditos. Sostiene que en muchos casos, los préstamos destinados a mujeres y los microcréditos como fuente principal de ingresos, llevaron a una financiarización de la vida cotidiana en las aldeas de la India cuyo resultado fue una feminización de las deudas.
Introducción
En estos últimos años, India pasó por una crisis financiera que muestra similitudes impactantes con la crisis de hipotecas de alto riesgo en los Estados Unidos en cuanto a sus orígenes, los mecanismos de mercado y las respuestas políticas. Al igual que las hipotecas baratas otorgadas a familias de bajos ingresos en Estados Unidos, los microcréditos para mujeres pobres en zonas rurales tuvieron como resultado una financiarización de la vida cotidiana y la integración de las mujeres pobres al mercado financiero global con su lógica basada en el rendimiento. Esto puso en peligro procesos sociales y los mismos objetivos iniciales del modelo de microfinanzas sin fines de lucro. El crecimiento de este sector llevó a una sobreoferta de microcréditos en las aldeas y al excesivo endeudamiento de las mujeres, al colapso de los pagos y problemas de liquidez en las instituciones de microfinanzas (imf). El centro de esta crisis estuvo en el estado de Andhra Pradesh, en el sur de la India, que durante años fue elogiado como centro neurálgico del microfinanciamiento en cuanto a la cantidad de préstamos otorgados y de mujeres pobres involucradas: tuvo la mayor densidad de microcréditos y la ‘tasa de penetración’ más elevada del mundo. Al mismo tiempo, Andhra Pradesh se fue convirtiendo en el estado con la tasa de endeudamiento por parte de hogares privados más alta del país. Lo que a primera vista aparece como una crisis específicamente de India o un incumplimiento de pagos que afecta la gestión de los microcréditos, devela un problema causado por el imperativo de crecimiento del mercado, la rápida comercialización del sector, el recalentamiento y el colapso de una burbuja.
A diferencia de la abundante literatura sobre microcréditos que utiliza el paradigma del empoderamiento como marco conceptual para evaluar el impacto del endeudamiento sobre las mujeres pobres, el marco analítico utilizado en este artículo es la integración de las mujeres al mercado financiero y el rol que desempeñan en él quienes reciben microcréditos. Los préstamos destinados a mujeres y los microcréditos como fuente principal de ingresos llevaron a la financiarización de la vida cotidiana en las aldeas de la India. Tal como lo hicieron los servicios financieros como hipotecas, créditos para consumo, créditos de alto riesgo, y tarjetas inteligentes que fueron acuñados por Froud, Leaver y Williams en Estados Unidos (Froud et al., 2007). Los microcréditos para las mujeres pobres llevaron a que se feminizara la financiarización en las aldeas, y tuvieron como resultado una feminización del endeudamiento.
La explosión de las microfinanzas
Las imf ocupan el centro mismo de esta crisis financiera. Desde la liberalización del sector financiero a comienzos de los años noventas, en India se fundaron miles de imf o ‘empresas financieras no bancarias’ que actúan como intermediarias entre las mujeres de sectores populares que toman los préstamos y los bancos comerciales. Como la ley limitó sus servicios al otorgamiento de créditos, estas empresas tomaron préstamos a las tasas de interés habituales en bancos indios y extranjeros (incluyendo la International Finance Corporation y ‘Kreditanstalt für Wiederaufbau’ (KFW), alemana) para acumular su propio capital y garantizarse la liquidez. Luego le prestaban el dinero a las mujeres, con tasas de interés y cargos altísimos que al comienzo fueron de un 25-30%, haciendo del proceso de otorgamiento de créditos un servicio financiero comercial y sometiéndolo al mecanismo de mercado regido por el lucro. La garantía que les daban las imf a los bancos y a los inversores era la alta tasa de devolución de préstamos por parte de las mujeres, que era superior al 95%.
La perspectiva de obtener buenos rendimientos generó una explosión múltiple. En India, la cantidad de imf se disparó hasta superar las 3000. Su objetivo primero y principal fue penetrar en áreas donde no existía acceso a bancos o, como lo dijo el gobierno indio, la ‘inclusión financiera’ de quienes hasta entonces habían estado excluidas/os de las instituciones y servicios financieros formales. Las imf se expandieron y compitieron entre sí; después de un proceso de concentración, las agencias calificadoras identificaron a seis líderes del mercado en cuanto a sus activos, liquidez, alcance y rentabilidad. Siempre presentando como garantía lo confiables y responsables que eran las mujeres de las aldeas en cuanto a devolver sus préstamos, fueron canalizando cada vez más capital del mercado financiero internacional hacia las aldeas de la India.
Al mismo tiempo, creció el número de fondos de inversión en el exterior (sobre todo en Luxemburgo) que invertían su capital en las imf. Las microfinanzas se consolidaron como una clase específica de activo, con una imagen de responsabilidad social. La publicidad sobre los fondos de micro-inversión para refinanciar a las imf los presentó como ‘el segmento de crecimiento más veloz en la industria financiera’, con riesgos particularmente bajos para los inversores debido a las altas tasas de devolución y a su amplio alcance. Fotos de usuarias de créditos e historias sobre sus pequeños emprendimientos en los sitios de los fondos de inversión en Internet contribuyeron a crear la impresión de que era posible para quien hacía una pequeña inversión entablar una relación directa con la tomadora. Por su apariencia y las historias de sus logros, los inversores podrían elegir qué mujeres les parecían adecuadas y confiables para invertir en ellas. Así se les prometía un doble rendimiento para su inversión: una ganancia financiera de 5-10% y otra ética, la de tener una conciencia limpia. La inversión en las mujeres de las aldeas se presentó como fundamental para el desarrollo ya que los microcréditos se consideraban una panacea para disminuir la pobreza, empoderar a las mujeres y promover los pequeños emprendimientos.
Sin embargo, el escenario de los fondos para microfinanzas resulta completamente confuso porque las preocupaciones y objetivos sociales del desarrollo aparecen mezclados con intereses comerciales o se los utiliza para esconderlos. En el ‘universo de los fondos para microfinanzas’ solo once fondos se clasifican como ‘comerciales’ y ‘que procuran rendimiento financiero’, mientras otros 14 se consideran fondos ‘de orientación comercial’ que ‘podrían procurar rendimiento financiero’. Hay 28 fondos clasificados como ‘fondos para el desarrollo’ que no procuran obtener rédito financiero y entre ellos se encuentra el ‘Fondo de Microcréditos para el Desarollo del Deutsche Bank’. También se incluyen en la lista los fondos creados por agencias para el desarrollo, fundaciones, ONG y otros, como el ‘Kreditanstalt für Wiederaufbau’ alemán.1 En 2006, los diez fondos más grandes de micro-inversión tenían activos por un valor de mil millones de dólares de Estados Unidos y atraían a millones de inversores privados. La perspectiva de mercado del sector era ‘transversalizar’ las microfinanzas en el mercado de capitales con una diversificación de productos, un crecimiento ‘hacia arriba’ de las imf en el sector financiero formal y un ‘descenso’ de los bancos comerciales hacia las microfinanzas (Ming-Yee, 2007). Esta comercialización y las estrategias de inversión por fin lograron extraer capital de las economías de las aldeas y canalizarlo en la corriente central de la acumulación y la rentabilidad del capital. Esta financiarización va más allá del propósito mismo del sector crediticio que se enuncia como facilitar la economía real y atender a las necesidades inmediatas de los actores del mercado.
La construcción de la burbuja financiera
Lo irónico es que los fondos de inversión al igual que las imf se beneficiaron de la crisis global de 2008/2009 en la que las inversiones comenzaron a peregrinar en busca de nuevas posibilidades de obtener ganancias. Los activos totales de los diez fondos más grandes de microfinanzas crecieron en un 31% en 2008 y en un 23% en 2009 (CGAP, 2012). Fueron alabados como activos anticíclicos, aparentemente desligados de las tendencias del mercado de capitales. La publicidad de los fondos de inversión puso el acento en que, en situaciones de crisis previas como la de Ecuador, los pequeños emprendimientos de las mujeres como los puestos de venta de verduras al costado de una ruta o las peluquerías no fueron afectados en forma negativa.
A nivel micro, en las ciudades pequeñas y las aldeas, las imf se convirtieron en empleadoras importantes, absorbiendo a miles de agentes (sobre todo hombres) y motivándolos con diversos esquemas de incentivos y un sistema de bonos. Para atraer a su clientela, alentaban a las mujeres a unirse a ‘grupos de responsabilidad compartida’ formados por cinco mujeres que eran colectivamente responsables por la devolución del préstamo. Una tarjeta inteligente hizo que las mujeres de las aldeas fueran ‘bancarizables’ en el umbral de sus casas y facilitó la ‘banca móvil’ de las imf y la recaudación semanal de los intereses. Como los agentes de las diferentes imf – además de las/os trabajadoras/es de campo de las ONG – comenzaron a ir a las mismas aldeas, la competencia los llevó a la caza furtiva o desembozada de clientas, e incluso a alentar a las mujeres que vivían por debajo de la línea de pobreza a tomar créditos sin tener ninguna perspectiva realista de devolverlos. En promedio, los créditos se hicieron más grandes y las tasas de interés escalaron hasta el 40%.
En 2007/2008, la imf más importante, Swayam Krishi Sangam (SKS), registró un incremento de su ganancia neta del 700%; la segunda en importancia, Spandana Sphoorty Financial, tuvo un incremento del 1700% (Srinivasan, 2009). En 2008/2009, las imf lograron llegar a 8.5 millones de clientas solo en Andhra Pradesh, 60% más que el año anterior. Los créditos no saldados de las imf sumaron 360 mil millones de rupias (aproximadamente US$ 8 mil millones) (Nair, 2010). Una de las imf más grandes, SKS Microfinance, reportó un crecimiento promedio en su volumen de operaciones del 162% en los últimos cinco años y pudo pagar los salarios más elevados de todo el sector, así como otorgar bonos atractivos. Para recaudar más capital que le permitiera financiar aún más crecimiento, SKS Microfinance comenzó a cotizar en la bolsa de Mumbai en 2010, convirtiéndose así en la segunda oferta privada de una imf en el mundo después del pionero BancoSol en Bolivia. Masivamente sobre suscripta, SKS Microfinance logró recaudar US$ 350 millones de dinero fresco.
El final de la fiebre del oro
Hasta 2010, todos los accionistas gozaron de una tasa de devolución impresionante: 95%. Esto es en parte resultado de la presión de pares ejercida por los grupos de mujeres, pero sobre todo de la multiplicidad de préstamos: las mujeres tomaron varios créditos de diversos prestadores, ingresando así en una cadena de endeudamiento para poder pagar préstamos anteriores. Para mantener esta cadena de devoluciones las mujeres finalmente tuvieron que regresar a los prestamistas locales que por lo general les cobran tasas de interés superiores al 50%. Esto pervirtió el argumento original en apoyo a los microcréditos: liberar a las mujeres de su dependencia de los prestamistas locales y sus tasas de interés asfixiantes.
A lo largo de los años, estos malabares con distintas fuentes de capital formales e informales resultaron en una cadena de endeudamiento invisible y en la feminización del endeudamiento. Cuando en 2010 la prensa india mostró los suicidios de mujeres sobre-endeudadas en primera página, se desencadenó una protesta pública y el mito de la devolución de los préstamos se fue desgastando. Las imf negaron tener cualquier relación con estos eventos, justificando sus tasas de interés y cargos de más del 40% por los altos costos de las transacciones basados en la gran cantidad de personal necesario para hacer efectivos los préstamos y cobrar los intereses. A su vez, el gobierno de Andhra Pradesh acusó a las imf de crear un nuevo régimen corporativo de préstamos de dinero sin transparencia y de estar obteniendo ganancias colosales. Cuando los medios indios informaron que el director de SKS que cotizaba en bolsa había vendido acciones privadas por US$ 13 millones a un fondo de cobertura en Singapur, las acusaciones de enriquecimiento personal a costa de mujeres que estaban bajo la línea de pobreza se vieron reforzadas.
El gobierno de la India también recibió críticas por no haber regulado la industria que careció de traba alguna, y al mismo tiempo recortar más de un tercio de sus inversiones en la agricultura en pequeña escala en los últimos 20 años. Los ingresos de las/os pequeñas/os productoras/es cayeron en un 20%; a nivel del país, la mitad de todos los hogares rurales están sobre-endeudados, lo que llevó al suicidio de más de 200 000 campesinas/os. Mientras tenía lugar la sobre-oferta de microcréditos para mujeres pobres, a las/os agricultoras/es en pequeña y mediana escala les resultaba cada vez más difícil conseguir créditos. Estadísticamente, en Andhra Pradesh, había ocho microcréditos por hogar pobre. Esto tuvo como resultado un 82% de hogares rurales endeudados, muy por encima del promedio nacional.2
La tasa de devolución colapsó, llevándose consigo la principal garantía de las imf. Los bancos y los inversores ‘perdieron la confianza’ en las imf, que sufrieron una crisis de liquidez cuando les resultó difícil encontrar nuevos capitales en los mercados financieros internacionales. SKS Microfinance exhibió pérdidas netas por US$ 15.7 millones en marzo de 2011, contra una ganancia neta de US$ 14 millones un año atrás. Las acciones de SKS cayeron en un 77%. El rendimiento de los fondos de inversión cayó del 5% al 2%, y el crecimiento del sector bajó al 4,1% en 2010 (CGAP, 2012).
La regulación prometida durante la crisis ha sido tan tibia como la regulación de los mercados financieros en Occidente. En un intento por mitigar los daños, el gobierno de Andhra Pradesh aprobó una ordenanza sobre las imf pero sin proteger en forma efectiva a las deudoras de la explotación. Los bancos nacionales y extranjeros (incluyendo al Citi Group con sede en Estados Unidos) crearon una red de protección para las imf ofreciéndoles ayuda al capital. Aunque rápidamente comenzó a hablarse de la recuperación del sector, el colapso de la burbuja privó de legitimidad a toda la industria de los microcréditos.
Los estadios de las microfinanzas en India
En estos últimos años, el negocio de las microfinanzas bajo la forma de imf desplazó a formatos más antiguos, sin fines de lucro, de instituciones de ahorro y crédito para mujeres pobres en India. El primero fue el modelo sangham. Desde los años setenta, las mujeres de las aldeas fueron reuniéndose en grupos para enfrentar juntas sus problemas, ya fuera en el terreno de la salud o en el de la violencia sexual. El empoderamiento de las mujeres ocupaba un lugar central en estas organizaciones de sectores populares basadas en la solidaridad, que utilizaron el ahorro y los préstamos como herramienta para ese mismo fin. Era el propio grupo el que decidía cómo usar los créditos según las necesidades individuales en un ambiente de pobreza, emergencias, sistema de castas y opresión de las mujeres (Sriram, 2010b).
El segundo modelo fueron los programas de autoayuda para grupos de mujeres creados por el gobierno con el apoyo de créditos del Banco Mundial e implementados por ONG. El modelo Grameen inspiró estos esquemas que se financiaron sobre todo a través del banco de desarrollo NABARD. Con la expansión de esta clase de iniciativas de autoayuda, el gobierno de Andhra Pradesh se apoderó del modelo comunitario y basado en sangham, convirtiéndose en un actor importante del sector microfinanciero y vinculando a las comunidades con los grandes bancos. En el modelo de autoayuda apoyado por el gobierno, al igual que en el modelo sangham, ahorrar y prestar servían a un fin público.
Con la liberalización del mercado financiero comenzó la comercialización de los microcréditos y la financiarización de la vida cotidiana. El crecimiento rápido, la competencia, la búsqueda desenfrenada de clientes y rendimientos se tornaron características de los servicios financieros de las imf que en la competencia iban derrotando a los proyectos y organizaciones orientados al desarrollo. El énfasis pasó del ahorro a la toma de préstamos, de las actividades orientadas por las necesidades y lo comunitario a los servicios para el mercado y los negocios, del empoderamiento de las mujeres al rendimiento para el inversor, de la reducción de la pobreza al crecimiento del sector, y de la solidaridad a la competitividad. En este sistema complejo de transacciones financieras, el lucro se convirtió en un fin en sí mismo. (Kannabiran, 2005).
La burbuja de la ayuda para el desarrollo
Pero al mismo tiempo había un segunda burbuja que explotó: la del despliegue publicitario en torno a los microcréditos como instrumento de ayuda eficaz para empoderar social y económicamente a las mujeres de modo que ellas pudieran generar ingresos propios y salir de la pobreza. El supuesto económico central que opera en conjunto con los microcréditos era que las mujeres pobres iban a invertir los préstamos de manera productiva, convirtiéndose en emprendedoras y en actores responsables de sí mismas en el mercado y el desarrollo. El arquitecto de este despliegue, el premio Nobel y fundador del Banco Grameen, Mohammed Yunus, tuvo la brillante idea de vincular los créditos con enseñarle a las mujeres disciplina financiera y habilidades como emprendedoras y con modernizar su rol utilizando la planificación familiar y realizando una amplia gama de actividades para el desarrollo en las aldeas.
Yunus defendió el ‘derecho humano al crédito’ y estableció una relación entre el paradigma de derechos humanos de Naciones Unidas, el mercado financiero formal y la corriente dominante neoliberal, llamando a los grandes bancos y compañías inversoras a ingresar en los negocios otorgando microcréditos. Lo que les prometió a cambio a los prestadores comerciales y sociales fue contribuir a desterrar ‘la pobreza a los museos’. Con su orientación de mercado y el vínculo entre los objetivos comerciales y de desarrollo, el Banco Grameen dio los primeros pasos hacia la lógica que haría de las imf un circuito de negocios en plena forma. Según el informe bien documentado de Bateman, el Banco Grameen fue pionero en la comercialización del sector de microcréditos y del ‘neoliberalismo local’ que le siguió (Bateman, 2010).
Los servicios y productos financieros ofrecidos por las imf a las mujeres de las aldeas implementaron el ‘enfoque de negocios para el alivio de la pobreza’, que debería permitir que ‘los individuos construyan su propio camino para salir de la pobreza’ como lo declaró y planificó la Cumbre sobre Microcréditos en 1996.3 Este pasaje de la responsabilidad a las mujeres a título individual como actoras del mercado y emprendedoras potenciales introduce el elemento neoliberal de responsabilidad individual en el proyecto social de apoyar a actores de mercado pobres como las mujeres rurales. Desde una perspectiva foucaultiana, los micropréstamos son una tecnología de dominación neoliberal a través de la cual las mujeres aprenden a autorregularse y se integran a los mercados financieros como sujetos responsables. Si el objetivo de prestar es maximizar las ganancias, se pervierten los objetivos centrales de estos servicios y préstamos financieros: en lugar de servir a las exigencias de la economía real y las necesidades de las personas pobres, son estas las que sirven al sector financiero y su lógica básica de la acumulación de capital.
Un giro en el discurso
La crisis en el sector de microfinanzas causó un giro sorprendente en el lenguaje y el discurso en torno a los microcréditos. Después de dos décadas de alabanzas a su impacto positivo sobre la pobreza y la elevada moral de las mujeres que las hacía devolver los créditos, los conceptos de erradicación de la pobreza, empoderamiento e incluso solidaridad grupal se evaporaron por completo. Todas las críticas que durante años se le hicieron al sistema de microcréditos y fueron ignorados por las grandes ONG e imf así como por los donantes occidentales, de repente se vieron confirmadas (Mayoux, 1995; Singh, 1997; Kabeer, 2005; Batliwala and Dhanraj, 2007).
Ya es de conocimiento común que en India por lo menos la mitad de las mujeres utilizan los créditos para pagar otras deudas, hacer frente a emergencias – por ejemplo, una cirugía – o para consumo, y que toman nuevos créditos para devolver el microcrédito. Si bien la tasa de devolución se ha utilizado como indicador principal del ‘éxito’ económico, no ha sido posible establecer una correlación entre la devolución y la inversión productiva del préstamo. Un estudio en la India Oriental mostró que aunque el 97% de las mujeres que tomaron microcréditos los devolvieron, sólo en el 9% de los casos el crédito mejoró su situación económica en el largo plazo.4 Forbes llamó ‘fracaso de los microcréditos en India’ al hecho de que menos de un tercio de ellos se utilicen para la generación de ingresos (Chatterjee, 2010).
El incremento del consumo y de la liquidez en los hogares pobres hizo que les resultara más fácil gestionar la pobreza, estabilizó sus estrategias de supervivencia y redujo su vulnerabilidad; pero no llevó necesariamente a la erradicación de la pobreza. Por el contrario, el nuevo sobre-endeudamiento generó pobreza y miseria nuevas. Si las mujeres no logran gestionar sus cuotas y sus deudas, y no logran mantener sus complejas cadenas de préstamos y devoluciones múltiples, el sistema entero se derrumba.
Si el crédito se invierte en producción, por ejemplo en cría de gallinas y comercialización de huevos, pronto se produce un fenómeno de sobre-oferta local en el que las mujeres compiten y se arruinan entre sí. Esto fue lo que sucedió con el Banco Grameen, cuando las mujeres de las aldeas comenzaron a alquilar minutos telefónicos en sus celulares Nokia. Cuando las mujeres rurales ofrecieron yogurt de la corporación francesa Danone, con quien Yunus había creado un ‘emprendimiento social’, no encontraron suficiente demanda en las aldeas porque todas las mujeres fabricaban su propio yogurt. Sin embargo, gracias a esta clase de proyectos financiados con créditos, se abrieron nuevos mercados para las corporaciones mientras los riesgos en las ventas los corrían las mujeres que operaban las franquicias. El resultado de esto – como lo muestra el ejemplo del yogurt Danone – es la marginación del trabajo de las mujeres locales y la economía de la aldea.
Aun si este proceso le permite a las mujeres obtener reconocimiento y poder de negociación en el hogar y frente a las autoridades, desde el colapso ya no cabe duda que ni siquiera el mejor de los microcréditos puede sustituir a las políticas sociales y los programas de desarrollo que redistribuyen y aseguran los medios de vida para las mujeres. Los microcréditos no son una herramienta para la erradicación sostenible de la pobreza. Siguen siendo necesarios cambios estructurales para eliminar la pobreza.
Conclusión
Mientras la industria de las microfinanzas espera recuperarse, en India está comenzando a debatirse cómo volver a integrar el ahorro y el crédito en contratos sociales y en las estructuras de una economía solidaria. La reconocida organización de trabajadoras informales SEWA, en Gujarat – que ofrece préstamos orientados a las necesidades y con fuerte acento en el ahorro, a través del banco SEWA pero también integrados a sus otros programas – no se vio afectada por la crisis. Inclusive en Andhra Pradesh hay bolsones a los que no llegó la crisis: la ONG Deccan Development Society (DDS) desarrolló un sistema de agricultura en pequeña escala basada en la biodiversidad local con la soberanía alimentaria como objetivo y sin préstamos exteriores.
Teniendo en cuenta que en las condiciones actuales para muchas mujeres pobres los préstamos son herramientas de supervivencia, una forma de lidiar con la pobreza y no de salir de ella (Collins et al., 2009) – el desafío es cómo volver a los modelos sin fines de lucro para el ahorro y el préstamo, y a los contratos sociales en torno a la toma de créditos organizados y controlados en forma autónoma. Es fundamental que la ganancia generada por las/os pobres no se desvíe fuera de la comunidad sino que permanezca en los círculos locales para garantizar la supervivencia y los medios de vida de las personas pobres.
Notas
1 http://www.microcapital.org/microfinance-funds-universe/
2 La carga de la deuda en Andhra Pradesh era ocho veces superior al promedio en India (Srinivasan, 2009; Sriram, 2010a).
3 James D. Wolfensohn, Presidente, Banco Mundial, 11 de julio de 1996. Ver: Microcredit Summit, Declaration and Plan of Action, Washington 2007. En castellano: Declaración y Plan de Acción de la Cumbre sobre el Microcrédito. http://www.un.org/spanish/events/microcredit/docs.html
4 Forbes, 10 de noviembre de 2006.
Referencias
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- Batliwala, Srilatha and Deepa Dhanraj (2007) ‘Gender-Myths that Instrumentalize Women: A view from the Indian front line’, en Andrea Cornwall, Elizabeth Harrison and Ann Whitehead (eds.) Feminisms in Development: Contradictions, contestations & challenges, pp 21–35, London/New York: Zed Books.
- CGAP Brief (2012) ‘How have Market Challenges Affected Microfinance Investment Funds?’, Mayo, Washington, http://www.cgap.org, consultado el 12 de abril de 2013.
- Chatterjee, Amrita (2010) ‘Institutionalization of Micro Finance as a Menace towards an Integrated Development of Women Surviving Severe Poverty in India: A study, South Asian Forum for Environment, http://www.editorialexpress.com/conference/IAFFE2010/program/IAFFE2010.htm#36, consultado el 12 de abril de 2013.
- Collins, Daryl, Jonathan Morduch, Stuart Rutherfort and Orlanda Ruthven (2009) Portfolios of the Poor: How the world’s poor live on $ 2 a day, Princeton: Princeton University Press.
- Froud, Julie, Adam Leaver and Karel Williams (2007) ‘New Actors in a Financialised Economy and the Remaking of Capitalism’, New Political Economy 12(3): 339–347. | Artículo |
- Kabeer, Naila (2005) ‘Is Microfinance a “Magic Bullet” for Women’s Empowerment’, Economic and Political Weekly XL(44–45): 4709–4719.
- Kannabiran, Vasanth (2005) ‘Marketing Self-Help, Managing Poverty’, Economic and Political Weekly XL(34): 3716–3719.
- Mayoux, Linda (1995) ‘From Vicious to Virtuous Circles? Gender and Micro-Enterprise Development’, Occasional Paper 3, Geneva: UNRISD. http://www.isn.ethz.ch/isn/Digital-Library/Publications/Detail/?ots591=0c54e3b3-1e9c-be1e-2c24-a6a8c7060233&lng=en&id=38691
- Ming-Yee, Hsu (2007) ‘The International Funding of Microfinance Institutions: An overview’, encargado por LuxFlag, http://www.luxflag.com, consultado el 12 de abril de 2013.
- Nair, Tara S. (2010) ‘Commercial Microfinance and Social Responsibility: A critique’, Economic and Political Weekly XLV(31): 32–38. http://www.microfinancegateway.org/p/site/m/template.rc/1.1.8090/
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- Srinivasan, Narasimhan (2009) ‘Microfinance India: State of the Sector Report 2009’, New Delhi: SAGE Publications.
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- Sriram, Mankal Shankar (2010b) ‘Microfinance: A fairy tale turns into a nightmare’, Economic and Political Weekly XLV(43): 10–14.
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