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Las primeras bajas de la economía verde – Riesgos y pérdidas para las mujeres de bajos ingresos

Nidhi Tandon sostiene que las mujeres son las primeras bajas de la energía renovable. El paradigma político y económico actual garantiza protección para  los intereses de las economías globales y de exportación en la capacidad productiva de la tierra y el agua, pero no para los de las comunidades agrícolas en pequeña escala. Para ella, la economía verde ofrece posibilidades pero sólo si se apoya en la participación y el compromiso de las personas pobres.

¿Quiénes son las primeras bajas?*

En una futura economía verde, para la que el estímulo hacia la energía renovable es fundamental, los combustibles biológicos constituyen un elemento pequeño pero de importancia creciente1 para la diversidad energética del futuro. Las razones económicas para producir de manera intensiva y masiva materias primas como caña de azúcar, sorgo dulce, mandioca, maíz y plantas oleaginosas como Jatropha curcas, coco, girasol, soja y maní quedan legitimadas bajo el régimen de la economía verde. Los impactos muy inmediatos del crecimiento de este sector en las opciones que tienen las mujeres rurales para utilizar la tierra, sus ingresos y medios de vida, la asequibilidad de los alimentos y el costo de vida relacionado con ellos y, en última instancia, el precio de la tierra agrícola y de los bosques ya se han hecho evidentes. Combinados, estos factores amenazan los límites dentro de los cuales operan las mujeres rurales que ya son estrechos de por sí.

En muchas zonas rurales del mundo, la siembra y la recolección de cultivos alimentarios locales, alimentos de los bosques y especies autóctonas para el consumo local está casi exclusivamente en manos de emprendimientos rurales en pequeña escala, con inversiones o infraestructura mínimas para fortalecer a este sector verde tradicional o a los roles destacados que las mujeres desempeñan en él. Tal vez sea muy pronto para evaluar plenamente cómo se compensará a las mujeres rurales a medida que se vaya destinando cada vez más tierra y agua a la producción de combustibles biológicos, y cómo esto podría perjudicar todavía más su seguridad alimentaria y la de sus emprendimientos agrícolas. Pero hay algo que ya está claro: muchas mujeres han sido desalojadas o excluidas de tierras ‘apropiadas’ para poderosas agendas verdes que no eran las suyas; ellas son las primeras bajas de la energía renovable. El paradigma político y económico actual garantiza protección para  los intereses de las economías globales y de exportación en la capacidad productiva de la tierra2 y el agua, pero no para los de las comunidades agrícolas en pequeña escala.

En un contexto de economía verde, quienes trabajan con los desechos urbanos realizan un servicio valioso para el ecosistema que no está reconocido. En la mayoría de los países, las que recogen los desechos son sobre todo las mujeres. En India, las mujeres recorren residuos a domicilio y separan los húmedos de los secos. Este reciclado manual contribuye a reducir emisiones que de otra manera hubieran sido causadas por la incineración de los desechos. Un informe exhaustivo del PNUD (2009) recomendó que quienes diseñan políticas identifiquen y reconozcan el rol significativo y dinámico que desempeñan las personas que recogen los desechos para detener y mitigar los efectos adversos del cambio climático, y que creen e implementen tecnologías/sistemas para esta tarea (UNDP India, 2009). Pero el pensamiento institucional dominante en torno al comercio de carbono amenaza este ‘medio de vida’ informal.

Por ejemplo, los Estándares de la Unión Europea sobre Desechos y Cambio Climático, respaldados por financiamiento del Mecanismo para un Desarrollo Limpio del Protocolo de Kyoto (MDL) apoyaron proyectos municipales para el manejo de desechos sólidos que utilizan tecnologías de incineración para quemar la basura, que luego entierran en rellenos sanitarios con tuberías para liberar el gas. Estos proyectos no sólo incrementan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) sino que también desplazan a las/os trabajadoras/es informales y socavan sus fuentes de ingresos. Al comprarles créditos de carbono MDL a estos proyectos, la UE contraviene sus propias políticas para la gestión de desechos que priorizan el reciclado, los controles sobre la contaminación y el no vertido de desechos en rellenos sanitarios. Comunidades de personas que trabajan con los desechos en Brasil, Colombia, India y Sudáfrica se movilizaron para que el reciclado, los controles sobre la contaminación y el no vertido de desechos en rellenos sanitarios sean prioridades, además de defender los basurales y los medios de vida que proporcionan y oponerse a la política de quemar desechos.3 Estas/os trabajadoras/es también se cuentan entre las primeras bajas.

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Pobreza y mujeres privadas de sus derechos en la economía verde – Principales preocupaciones

La pobreza es, de lejos, la violación más grande a los derechos humanos y el orden económico institucional de hoy apoya a las estructuras que la perpetúan. Por eso resulta imperativo y urgente que los movimientos que representan a las personas privadas de sus derechos y a las mujeres desempoderadas generen conocimientos y solidaridad para cambiar en forma radical las normas globales que colocan en desventaja a las/os pobres y hacen que les resulte imposible satisfacer sus necesidades en forma autónoma.

La agenda de la economía verde debe reconsiderar sus prioridades teniendo en cuenta las evidencias consistentes que señalan que:

  1. Las mujeres pobres tienen un interés profundo e inmediato en la economía verde;
  2. Las personas pobres, y en particular las mujeres,  podrían sufrir pérdidas enormes si el modelo emergente de desarrollo sostenible no integra sus prioridades y en cambio profundiza y consolida todavía más las brechas de ingresos y seguridad existentes;
  3. El éxito y la viabilidad del pasaje a una economía verde sostenible exige la participación plena e igualitaria de las mujeres en todos los niveles, fases y sectores.

Las mujeres privadas de sus derechos son las que tienen más para perder y menos para ganar en las reformas políticas y los instrumentos financieros que se están creando para hacer crecer la economía verde. Estas mujeres se enfrentan a múltiples riesgos como consecuencia de la inercia sistémica y sistemática de la política y el sector empresario actuales a nivel local y global. Algunas comunidades de mujeres están tan privadas de derechos que ya no tienen ingerencia alguna en las decisiones que afectan sus vidas; ellas trabajarán dentro del sistema económico dominante y procurarán quedar ‘incluidas’ a cualquier precio. Otros grupos de mujeres están reaccionando para proteger su propia versión de economía verde, que puede referirse a los derechos a los bosques y al agua, a la salud o a una alimentación nutritiva, o a otras opciones de estilos de vida y valores, pese a las situaciones cada vez más difíciles e incluso críticas en las que tal vez se encuentren.4 Ellas son el rostro del Movimiento Ocupar en el campo.

Estas son cuestiones existenciales para las mujeres, porque si los recursos naturales de los que dependen estas comunidades los captura un sistema de valores económicos que en todo sentido desprecia, niega y desplaza los sistemas de valores y las prioridades de las personas pobres, los riesgos y los peligros son reales. La prueba de fuego para la economía verde será si se toman en serio las perspectivas de las comunidades pobres, sobre todo los intereses, conocimientos y prioridades de las mujeres para ofrecerles ‘participación accionaria equitativa’. La equidad es un principio que exige ecuanimidad, inclusión y justicia. Las políticas de equidad requieren acciones y pasos concretos que vayan más allá de la ‘igualdad ante la ley’ y por eso se diseñan teniendo en cuenta injusticias históricas y contemporáneas así como sus resultados desiguales. La ‘equidad de género’ en la economía verde exige un compromiso para recuperar la participación de mujeres y hombres en los procesos y resultados de la generación de riqueza comunitaria y nacional por parte de la economía verde, en igualdad de condiciones.

Los logros que tanto le costó obtener a la mayoría de las mujeres pobres del mundo en estas últimas décadas para garantizar sus derechos frente a la sociedad, la ley y la economía están siendo atacados por la intensificación y la profundización de un marco de referencia y una mentalidad centradas en el mercado. La propiedad y la riqueza ambiental de las/os débiles queda expuesta y se torna vulnerable a la agenda y las incursiones de quienes detentan el poder. Frente a la competencia global y al poder del capital financiero, es razonable afirmar que las mujeres pobres no tienen cómo conservar sus activos que forman parte de la economía verde: tierra, agua, semillas y conocimiento. Al perderlos, pierden también su dignidad, su autosuficiencia y el núcleo mismo de su empoderamiento. En consecuencia, sufren sus comunidades y se ponen el peligro los futuros de sus hijas/os.

Todo esto no hará sino debilitar una visión de economía verde para el futuro.

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La moneda de la economía verde tiene (al menos) dos caras

Una cara muestra los indicadores tempranos –como los del marco de referencia para la economía verde de la UNESCAP (Comisión Económica y Social de Naciones Unidas para Asia y el Pacífico, UNESCAP, 2011) – que indica que no podrá haber cambios transformadores bajo el paradigma actual  general de ‘crecimiento económico a cualquier costo’. En el contexto presente de deuda globalizada, lo que esto implica es que la comunidad internacional puede volcar su atención sobre los recursos naturales que aún existen, incluirlos en futuras carteras de inversión, comercializarlos y monetizarlos. En otras palabras: lo mejor que se puede esperar es un perfeccionamiento del sistema económico prevalente y de sus sistemas de transacciones, que continuarán creando nuevas materias primas asignándole valor dólar a los últimos bastones de bienes comunes en la biosfera.5

La otra cara de la moneda es más esperanzadora: muestra cómo la sociedad civil cada vez toma más cartas en el asunto combinando comunidad, creatividad e innovación así como nuevos principios y valores para sanar al planeta. Existen indicadores tempranos de las bases que muestran cómo, frente  la persistencia de los mercados financieros inestables, las personas y las comunidades están llevando los desafíos globales a escala humana (manejable) y aportando soluciones prácticas que pueden implementarse. Ya se pueden ver los primeros signos de un cambio sistémico.

Ha llegado el momento de dejar de pedir consideraciones especiales para las mujeres dentro del marco económico existente, para comenzar a involucrar tanto a mujeres como a hombres pero sobre todo a las mujeres privadas de sus derechos, en la formulación de una mirada completamente diferente de lo que significan e implican el progreso y la prosperidad. Presionando para integrar a las mujeres en la ‘cadena de valor global’ lo que tal vez consigamos sea ‘encadenarlas’ a un sistema que es en sí mismo defectuoso. Lo que hace falta es un cambio de rumbo que se aparte de lo ya conocido:

  • dejando atrás las formas afianzadas de medir el poder, riqueza, prosperidad y bienestar a escala individual (en el transcurso de una vida), y a la vez
  • comenzando a consolidar valores de equidad y sostenibilidad a escala comunitaria (para muchas generaciones por venir).

También es necesario que se produzca un giro paralelo:

  • que se aleje del modelo económico accionario – en el que a los hombres y mujeres con menos recursos no se las/os reconoce como accionistas; y
  • avance hacia un modelo económico de partes interesadas – en el que la participación en la economía no tenga que ver con la porción de ganancia sino con la protección y la reinversión para el futuro.

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Definición de prioridades y parámetros

Estos giros cuestionan algunos supuestos centrales para el funcionamiento de las economías verdes del futuro y tienen consecuencias para los hogares de bajos ingresos, los sectores pobres de la sociedad y especialmente las mujeres en ambas categorías. Las organizaciones e instituciones que trabajan por y con las/os pobres deben tener en cuenta los siguientes parámetros y prioridades para la gobernanza a nivel macro, que en su conjunto forman un marco de referencia estratégico para la equidad verde.

Prioridad 1:

Es necesario reevaluar, reformular y regular los roles e impactos de los mecanismos de mercado a nivel internacional, nacional y comunitario.

Prioridad 2:

Es necesario fortalecer y dotar de transparencia a los roles de las instituciones estatales y nacionales que garantizan la seguridad del agua, los alimentos, los derechos y medios de vida de su gente/ciudadanía.

Prioridad 3:

Las estrategias de innovación e inversión deben estar dirigidas a soluciones locales descentralizadas, al capital social y a los contextos sociales, invirtiendo en la gente.

Prioridad 4:

A nivel local, es necesario determinar quién va a monitorear los compromisos internacionales consolidados y la implementación de políticas nacionales. Son las personas en el plano local las que tendrán interés en poner en práctica, monitorear y controlar los impactos de la economía verde en términos de equidad y desarrollo (y no sólo un sistema internacional de monitoreo) – en esto, las mujeres tienen un rol importante que desempeñar.

Prioridad 5:

A nivel global, definir la economía verde dentro de un marco de referencia ambiental, de desarrollo y equidad hará más probable que pueda satisfacer los intereses y prioridades de las comunidades pobres a través de modelos de desarrollo con bajas emisiones de carbono, amigables con respecto al clima y sostenibles.

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La promesa de una ‘economía verde’

El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) pone énfasis en el equilibrio entre tres dimensiones – economía, sociedad y medio ambiente – para alcanzar el desarrollo equitativo y sostenible. Definida así, la economía verde personifica el concepto de sostenibilidad a la que vez que ofrece espacio para debatir cuáles son los límites del desarrollo, un debate pertinente tanto para las economías industrializadas como para las emergentes.6 Esto da la impresión de una economía amigable con la sociedad y el medio ambiente, sensible frente a la necesidad de restaurar y conservar los recursos naturales; que reduce al mínimo la contaminación, emisiones y desperdicios nocivos para el medio ambiente en el proceso de producción; y que produce productos y servicios cuya existencia y consumo no dañan el medio ambiente. Por extensión, el hecho de no dañar el medio ambiente sugiere que todos los seres vivos podrán desarrollarse y tal vez inclusive florecer. Interpretada de manera integral, la economía verde trae una esperanza. Pero las distintas circunstancias y aspiraciones nacionales causan que las respuestas al ‘enverdecimiento’ de la economía sean diferentes. Por ejemplo, las economías de capital y tecnología industrial intensivos se concentran en las promesas de futuros mercados y oportunidades de empleo, mientras que las economías emergentes en su mayoría temen a las barreras comerciales (condicionadas al medio ambiente) e intereses mercantiles que puedan comprometer aún más sus agendas económicas.

Como su significado todavía está evolucionando y está abierto a interpretación, hay espacio para que el movimiento de mujeres lleve el concepto de economía verde más allá del mandato primario de la economía de mercado actual y de quienes impulsan el ‘crecimiento económico’. A la fecha, el crecimiento económico no resuelve de manera automática las crecientes desigualdades de ingresos entre los sectores ricos y pobres. Los desafíos concretos y urgentes – sobre todo porque las mujeres son mayoría entre las personas pobres del mundo – giran en torno a la mejor manera de posicionar y estructurar políticas, programas y proyectos en una transformación de los sistemas que responda a la promesa de ‘tornar más verde la economía’ abordando al mismo tiempo el incremento de la desigualdad y la pobreza.

Aquí es donde se requiere fijar claramente cuáles son los intereses en materia de equidad, igualdad y desarrollo de las mujeres. Se deben elaborar políticas e instrumentos sociales para garantizar no solo que la economía verde alivie la pobreza y tenga en cuenta la igualdad, sino que – desde el comienzo mismo – proteja y resguarde de manera deliberada los intereses de las personas que dependen de los sectores de la economía verde, y en especial del capital natural. Esto no tiene tanto que ver con el bienestar social o con garantizar que las mujeres sean solo clientas en un sistema de prestación de servicios, sino con asegurar que mujeres y hombres intervengan en igualdad de condiciones en el diseño y el funcionamiento de ese sistema.

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La mercantilización de los bienes y servicios de la naturaleza: Valor y propiedad

Más allá de los mercados financieros: ¿Qué son y dónde están los mercados en una economía verde? ¿Cómo se los organizará y se los regulará? ¿En beneficio de quién?

Preparar a la economía verde para ‘el mercado de la naturaleza’ se trata en esencia de aplicar un valor de intercambio comercial a la naturaleza.  Pero en la vida cotidiana, la naturaleza es invalorable (no tiene precio) para las mujeres y hombres pobres (y podría sostenerse que para todos los seres humanos), sobre todo cuando se piensa en los bienes comunes. El estudio ‘La economía de los ecosistemas y la biodiversidad (TEEB)’7 expone los motivos económicos para estimar el valor de la naturaleza que podría alcanzar los miles de millones y los billones de dólares estadounidenses. La valoración de los servicios del ecosistema mundial no goza de aceptación universal. Quienes la critican dicen que es absurdo asignar una medida cuantificable al valor infinito que tiene la biosfera única de la tierra, y temen que esto pueda desencadenar una segunda colonización de los países en desarrollo que son ricos en biodiversidad. En última instancia, garantizar que las mujeres y hombres pobres puedan capitalizar el valor de estos recursos será uno de los principales desafíos para lograr una economía verde con equidad. Será necesario reforzar la ‘transferencia’ del valor de este ‘prospecto para accionistas’ a aquellas/os que ya están perdiendo la ‘parte que les corresponde’, y para que esto suceda, habrá que cambiar la forma como operan los mercados.

No resulta claro si quienes diseñan la arquitectura del paradigma de la economía verde están abordando esto como un tema central en el marco más amplio del desarrollo en la economía verde, o la importancia que le asignan a este problema sistémico. Se está diseñando un número limitado de instrumentos de políticas públicas para corregir las ‘fallas del mercado’ a través de vigilancia regulatoria, derechos de propiedad e instrumentos financieros.

Cuando se valorizan cada vez más activos naturales del planeta utilizando el dólar como medida, ¿qué se pone en juego?: un sistema completo de valores. Esto se debe no sólo a que la capacidad de compra descansa en quienes tienen los medios para hacerlo sino también a que se altera el valor percibido del medio ambiente, que ya no se basa en que puede sostener la vida de las generaciones futuras sino a las ‘ganancias’ monetarias que puede reportar en el mercado, en el presente y en el corto plazo.

Tomando la tierra como ejemplo, su valor comercial todavía es relativamente bajo en la mayoría del mundo en desarrollo y quienes compran tierra hoy lo hacen anticipando los buenos réditos que obtendrán en el futuro. A medida que aumenta la población y disminuye la oferta de tierra, esta se convierte en un bien estratégico para la especulación (Head, 2009). La valoración de los recursos en dólares que hace el mercado global en la actualidad8  reforzará la tendencia y alimentará todavía más las expectativas de que en el futuro el valor, el lucro y el poder surgirán de los derechos a la tierra y el agua dulce. Según los principios prevalentes de las economías de libre mercado, cuando hay escasez de un producto, su precio aumenta. Teniendo en cuenta los bienes disponibles, la mayoría de las personas pobres quedarán de facto fuera del mercado de la tierra, debido a su precio; en algunas situaciones, deberán endeudarse tremendamente, viéndose obligadas a tomar créditos para poder permanecer en el mercado de la tierra. Evidencias de campo muestran que las mujeres cuyo acceso a la tierra depende de su posición en la comunidad ni siquiera figuran en esta clase de mercado de la tierra: no tienen influencia alguna sobre la venta o la compra de tierras, y menos aun recibe ingreso o rédito alguno por ellas (Tandon, 2010).

El ‘desafío de la equidad’ para la economía verde en evolución es garantizar que se implementen políticas que aseguren que las personas pobres no se convertirán en ‘okupas’ de sus tierras ancestrales ni en ‘ladronas’ de su herencia común.

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Un mercado para los servicios del ecosistema

Junto con el mercado que se propone para la biodiversidad y la naturaleza, hay un mercado paralelo para el trabajo y los servicios que requiere mantener los ecosistemas. El término ‘pago por servicios del ecosistema’ (PSE) define un enfoque para asegurar y financiar la conservación de los servicios del ecosistema a través de contratos/acuerdos entre quienes se benefician de estos servicios y quienes los proveen, que incluyen condiciones.9

La característica principal de estas transacciones de compraventa es que ponen el acento en mantener la continuidad de un ‘servicio’ ecológico determinado; los más comunes son la conservación del agua potable, la biodiversidad y la capacidad de secuestro de carbono.10 Un documento de la FAO (Zilberman et al., 2006) sugiere que los programas de PES podrían tener efectos negativos sobre la pobreza en zonas que están marginadas de la economía global y efectos más positivos en áreas bien integradas; esto tiene consecuencias directas para las mujeres rurales que en su mayoría actúan dentro de la economía informal. La visión más importante del modelo PES es formalizar los mercados de servicios del ecosistema desarrollando las bases institucionales y estructuras de gobernabilidad necesarias para ello.11 En 2007, se estimó que el total anual de pagos por servicios del ecosistema fue de casi US$ 77 mil millones en todo el mundo y se espera que esta cifra se incremente hasta llegar a US$ 300 mil millones en 2010 (Scherr and Bennett, 2011).

De esos US$ 77 mil millones, ¿cuánto llegó a las personas pobres? ¿Qué proporción fue administrada por personas pobres? ¿Cuánto administraron y conservaron las mujeres pobres? En el mercado de PES estimado en US$ 300 mil millones, ¿quién negociará a favor de las/os pobres?

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La comunidad como punto de entrada de las inversiones

El nivel comunitario es el punto de entrada fundamental para invertir en el empoderamiento de las mujeres en las economías verdes. Esto se da tanto en el sector informal como en el formal, en grupos rurales o urbanos, y en economías en desarrollo o desarrolladas. Los grupos comunitarios ya aprendieron que para generar cambios se necesita una fuerza colectiva, una ‘masa crítica’ de personas que trabajen en conjunto. Por su misma naturaleza, las ‘soluciones comunitarias’ necesitan de mucha gente buscando soluciones y probando diferentes contextos para desarrollar escalas: escalas de opciones, de participación y de confianza. Cuando están en juego los intereses de las mujeres y hombres pobres, ellas/os tienen más posibilidades de negociar por sus derechos y su participación con equidad si generan solidaridad en torno a sus activos e intereses, y controlan de manera directa las finanzas que asegurarán su futuro. Existe una multiplicidad de formas para que las comunidades participen en la resolución de problemas vinculados a la tierra, la vivienda, los medios de vida y el acceso a los servicios básicos si están involucradas desde el comienzo en la definición de problemas y sus soluciones. Al ser quienes se enfrentan directamente a estos problemas, las comunidades no sólo los entienden mejor sino que también son las más motivadas para resolverlos.

Una economía verde podría acarrear consecuencias positivas para las mujeres no sólo de distintos sectores sino también en ambientes tanto urbanos como rurales. Cada comunidad ciudadana – definida de manera amplia – necesitan contar con su propio marco de referencia cognitivo sobre los valores, principios, prácticas y políticas de economía verde, que aborden y respondan a cuestiones profundamente locales. Los marcos de referencia definidos a nivel local deben ser apuntalados y apoyados por un ambiente general de políticas públicas. Este proceso constituye una plataforma fundamental para la participación de las mujeres en la gestión y negociación de los beneficios que acarrea desarrollar una economía verde.

Dada la magnitud y naturaleza global de la degradación actual de los ecosistemas – como lo dejó claro la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio12 – es posible proponer tres niveles generales de actividades de la economía verde que necesitan ocurrir en forma simultánea:

  • Recuperación del daño causado en el pasado: esto incluye restaurar, desaprender (formas perjudiciales de gestionar los ecosistemas), sanar, reforestar, replantar, revitalizar, limpiar, revivir y aplicar sistemas tradicionales de conocimiento junto con la nueva ciencia. De esto se desprende que una de las prioridades más urgentes de las economías que se están tornando verdes será hacer inversiones para revertir y restaurar la degradación de los ecosistemas. A su vez, esto requiere la participación profunda y concreta de las personas y, en algunos casos, reembolsos o compensaciones para las comunidades locales por daños ambientales causados;
  • Desarrollo de economías verdes sólidas en el presente: esto incluye mantener, volver a aprender (formas ecológicamente sostenibles de producir y consumir), alimentar, negociar, proteger los medios de vida y las vidas existentes, valorar el conocimiento teórico y práctico local. A su vez, esto requiere inversiones en ‘habilidades blandas’ y en los conocimientos prácticos de quienes producen localmente y sobre todo de las mujeres (que muchas veces son dejadas de lado);
  • Prepararse para un futuro sostenible y saludable: mediante la conservación, los bancos (de semillas, financieros y de conocimiento), sistemas de almacenamiento, archivos y el desarrollo de comunidades inteligentes. En la mayoría de las comunidades rurales, las mujeres se han ido transmitiendo de una generación a otra sus habilidades para gestionar el agua, los bosques y la diversidad; utilizar y preservar plantas medicinales; adaptarse y salir adelante frente a los riesgos ambientales y el cambio climático; gestionar los desechos y el saneamiento. Aprovechar este conocimiento que es muy específico para cada contexto resulta fundamental para proteger, gestionar y sostener al ambiente y sus recursos.

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Conclusión

El Secretario General de la ONU exhortó a las/os líderes a dejar de actuar ‘como de costumbre’ y hacer inversiones masivas de fondos públicos y privados para el ‘desarrollo sostenible’. El informe sobre Economía verde del PNUMA detalla cómo estas inversiones podrían reducir la huella ecológica humana en un 50 por ciento para el 2050, desarrollar fuentes de energía renovable, generar empleos y contribuir a eliminar la pobreza en el mundo (UNEP, 2011).

Estas inversiones materiales deben ir de la mano con inversiones renovadas y amplias en aquellos sectores que se sostienen sobre los roles desempeñados por las mujeres. Para esto se requerirá una volver a calibrar la naturaleza y el modus operandi de estas inversiones, además de entender en qué consistirá el ‘retorno de la inversión’, quién se beneficiará en última instancia, cómo se determinarán los términos de esas inversiones y quién lo hará. Para que efectivamente se abandone ‘lo conocido’, no será suficiente asignarle un valor en dólares a bienes globales públicos que no tienen precio (aire, agua, suelo, bosques), ni tampoco proponer argumentos económicos para invertir en las ‘materias primas’ de la naturaleza. Y menos aún será suficiente extender los ‘derechos como accionistas’ de estas inversiones a las poblaciones que originalmente habitan estas áreas comunes. Prometer ‘ganancias fáciles’ en una economía verde presenta el riesgo concreto de consolidar aun más un sistema que recompensa a una minoría a expensas de la mayoría, y en el que las/os pobres – y en especial las mujeres desempoderadas y privadas de derechos – pierdan por completo.

Existe una tendencia positiva que se puede desarrollar y que incluye el compromiso manifiesto de la comunidad internacional de invertir más en las mujeres pobres y sus comunidades. En la Declaración del Milenio de Naciones Unidas, jefas/es de estado y de gobierno resolvieron ‘Promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer… Elaborar y aplicar estrategias que proporcionen a los jóvenes de todo el mundo la posibilidad real de encontrar un trabajo digno y productivo’(Declaración del Milenio de Naciones Unidas, septiembre, 2000). Una forma efectiva de salir de ‘lo conocido’ es colocar los costos y las recompensas humanas, sociales y ambientales en el centro de la economía global. La relación recíproca entre el empoderamiento económico de las mujeres y el desarrollo económico está bien documentada; ahora es necesario aplicar esto mismo a todos los sectores. En un marco de referencia de economía verde que abandona ‘lo conocido’ por el desarrollo sostenible, el empoderamiento de las mujeres no puede quedar confinado solo a las medidas económicas sino que debe estar integrado y entrelazado con un conjunto más profundo de valores sociales y basados en la naturaleza. Los seres humanos, todos los seres vivos y la propia naturaleza tienen un valor de vida intrínseco que no se puede reducir simplemente a parámetros económicos.

 

La economía verde solo será tan fuerte como lo sea su eslabón más débil. En un régimen de economía verde en el que (a) el acceso a los bienes comunes puede recortarse todavía más y (b) la regulación o protección del estado puede no extenderse al sector informal, resultaría contraproducente no identificar a las posibles bajas de este sistema sin equidad. Una economía verde dinámica se apoya en la participación y el compromiso de las personas pobres… ‘y como las mujeres manifiestan más preocupación por el medioambiente, apoyan más las políticas favorables a este y votan por líderes que lo defienden, su mayor participación en política y en organizaciones no gubernamentales podría resultar en ganancias ambientales con efectos multiplicadores para todos los ODM’ (PNUD, 2011).

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Notas

1 La Agencia Internacional de la Energía estima que en 2030 los biocombustibles representarán del 4 al 7 por ciento del uso mundial de combustibles en las rutas en comparación con 1 por ciento que representaban en 2005.

2 El ritmo de adquisición de tierras por parte de inversores globales se aceleró tras la crisis económica de 2008; este mercado global de tierras está muy poco vinculado a los planes agrícolas nacionales. Inversores privados e institucionales están buscando maneras de diversificar sus bases de activos, incluyendo compras directas o alquileres a largo plazo de tierras agrícolas, una especulación más extendida de las materias primas alimenticias e inversiones más sistémicas en toda la cadena del negocio ‘desde el campo hasta la mesa’. En 2008, las inversiones en fondos agrícolas tuvieron un rendimiento del 9.5 por ciento según BarclayHedge, mientras que casi todas las otras inversiones dieron pérdidas. La especulación financiera en materias primas a futuro, posterior al colapso de los mercados financieros de derivados alimentó un ‘súper ciclo de materias primas’. En 2008 y 2009, los especuladores que buscaban ganancias rápidas transfirieron miles de millones de dólares de acciones y bonos hipotecarios a inversiones en alimentos y materias primas. Este ‘recalentamiento’ de la especulación en materias primas tuvo un impacto mundial sobre los precios de los alimentos debido al sistema globalizado de producción de alimentos y los efectos dominó entre distintos sectores alimenticios. En todo el mundo, el impacto de los precios sobre los estados que importan alimentos y sus ciudadanas/os ha sido devastador (Tandon, 2011).

3 Vilella (2011) The European Union’s Double Standards on Waste Management and Climate Policy. Global Alliance for Incinerator Alternatives/Global Anti-Incinerator Alliance (GAIA). http://www.no-burn.org/eu-double-standards-on-waste-management-climate-policy. Para producir energía, las Naciones Unidas han alentado proyectos de incineradores para quemar desechos – la basura en descomposición produce metano, un potente gas de efecto invernadero.

4 Por ejemplo, el Movimiento Chipko en India por el que las mujeres de las aldeas lograron detener la tala comercial en la década de los 70 abrazando a los árboles en sus bosques comunitarios, cuyo resultado fue una reevaluación de la política forestal y una prohibición de la Corte Suprema de derribar árboles en los Himalayas.

5 Resulta particularmente importante que quienes hablan en nombre de las comunidades pobres, las sociedades marginadas y las mujeres rurales, no pongan en riesgo la posición de las mujeres en la sociedad cayendo en la trampa de aceptar el perfeccionamiento en lugar del cambio sistémico.

6 En este contexto, el concepto de economía verde es diferente del de crecimiento verde.

7 La tierra y la naturaleza están a punto de adquirir un nuevo valor en el mercado global, un valor que presupuesta la riqueza de sus zonas vírgenes, medidas por su biodiversidad. Hay economistas que están llevando sus principios y cintas de medir a los ecoservicios y valores ecológicos. En el informe síntesis de TEEB, ‘Incorporación de los aspectos económicos de la naturaleza. Una síntesis del enfoque, las conclusiones y las recomendaciones del estudio TEEB’ se utilizan tres escenarios – un ecosistema natural (bosques), un asentamiento humano (ciudad) y un sector empresario (minería) – para ilustrar cómo los conceptos y herramientas económicas que describe TEEB se pueden utilizar para dotar a la sociedad de los medios necesarios para incorporar los valores de la naturaleza en la toma de decisiones a todos los niveles. Este informe se presentó en octubre de 2010 en la Conferencia sobre Diversidad Biológica realizada en Nagoya, Japón. Su premisa central es que la mejor forma de proteger a la biodiversidad es asignarle una valuación económica.  Fuente: http://www.teebweb.org/publications/all-publications/

8 Se pueden consultar más estadísticas con valores en dólares en Roxburgh et al. (2010).

9 Los pagos pueden ser internacionales (IPES) y se pueden hacer en efectivo, especies, créditos a tasa preferencial, tasas impositivas más bajas, empleos y otros. Estos pagos pueden ser considerables y apoyar la  integración de la diversidad biológica. El gobierno de Estados Unidos gasta más de US$ 1.7 mil millones por año en pagos directos a agricultoras/es para la protección ambiental. Los pagos realizados por el Programa de Incentivos a la Calidad Ambiental del Departamento de Agricultura alientan el uso sostenible de la irrigación, los nutrientes y fertilizantes, el manejo integrado de las plagas y la protección a la vida silvestre. En el mismo sentido, los Programas de Desarrollo Rural de la UE, con un desembolso total de 4.5 mil millones de euros por año, apoyan esquemas agroambientales que cubren hasta 36.5 millones de hectáreas mediante 1.9 millones de contratos con agricultoras/es (Bracer et al., 2007).

10 Se puede encontrar un ejemplo de contrato PES en Scherr and Bennett (2011).

11 Como ‘Valorando naturaleza’, un servicio de información global de mercado para servicios del ecosistema: http://valorandonaturaleza.org/.

12 http://www.maweb.org/en/index.aspx. En castellano: http://www.unep.org/maweb/es/index.aspx

Referencias

  1. Bracer, Carina, Sara Scherr, Augusta Molnar, Madhushree Sekher, Benson Owuor Ochieng and Gaya Sriskanthan (2007) ‘Organization and Governance for Fostering Pro-Poor Compensation for Environmental Services’, CES Scoping Study Issue Paper no. 4/ICRAF Working Paper no. 39. World Agroforestry Centre, http://www.worldagroforestry.org/downloads/publications/PDFs/wp14961.pdf.
  2. Head, Peter R. (2009) ‘Vision for the Future of Cities “in the Ecological Age”’, London: The Alliance for Global Sustainability, http://www.cces.ethz.ch/agsam2009/panels/AGSAM2009_keynote_Head.pdf.
  3. Roxburgh, Charles, Norbert Dörr, Acha Leke, Amine Tazi-Riffi, Arend van Wamelen, Susan Lund, Mutsa Chironga, Tarik Alatovik, Charles Atkins, Nadia Terfous and Till Zeino-Mahmalat (2010) Lions on the Move: The progress and potential of African economies, Washington DC: McKinsey Global Institute.
  4. Scherr, Sara J. and Michael T. Bennett (2011) ‘Buyer, Regulator and Enabler: The government’s role in ecosystems services markets – international lessons learned for payments for ecological services in the People’s Republic of China’, Manila: Asian Development Bank, http://beta.adb.org/sites/default/files/buyer-regulator-enabler.pdf.
  5. Tandon, Nidhi (2010) ‘New Agri-business Investments Mean Wholesale Sell out for Women Farmers’, Gender and Development 183.
  6. Tandon, Nidhi (2011) ‘From Under Their Feet’ Land Grab Impacts on Women Small Holder Farmers in Africa’, Inédito.
  7. UNDP (2011) ‘Human Development Report, Sustainability and Equity: A better future for all’, http://hdr.undp.org/en/reports/global/hdr2011/. En castellano: Sostenibilidad y Equidad: Un mejor futuro para todos, http://hdr.undp.org/es/informes/mundial/idh2011/. Muchos de los informes TEEB están traducidos al castellano en http://www.teebweb.org/publications/all-publications/
  8. UNDP India (2009) ‘Global Financial Crisis and India’s Informal Economy: Review of key sectors’, New Delhi: United Nations Development Programme, http://www.in.undp.org/content/dam/india/docs/sewa_web_final.pdf.
  9. UNEP (2011) ‘Towards a Green Economy: Pathways to sustainable development and poverty eradication – A synthesis for policy makers’, http://www.unep.org/greeneconomy. En castellano: ‘Hacia una economía verde- Guía para el desarrollo’ http://www.unep.org/search.asp?sa.x=0&sa.y=0&q=informe+2011+economía+verde&cx=007059379654755265211%3Ajkngxjgnyii&cof=forid%3A11
  10. UNESCAP (2011) ‘Sustainable Development in Asia and the Pacific: Key challenges and opportunities – Green economy in the context of sustainable development and poverty eradication’, Asian and Pacific Regional Preparatory Meeting for the United Nations Conference on Sustainable Development, Seoul, 19–20 October.
  11. United Nations Millennium Declaration (2000) September. En castellano http://www.un.org/millennium/declaration/ares552e.pdf.
  12. Zilberman, David, Leslie Lipper and Nancy McCarthy (2006) ‘When Are Payments for Environmental Services Beneficial to the Poor?’ Rome: FAO, http://ftp://ftp.fao.org/docrep/fao/009/ag074e/ag074e00.pdf.

*Este artículo se basa en Tandon, Nidhi (2012) ‘Empowerment of Women in a Green Economy in the Context of Sustainable Development and Poverty Eradication: The case for community-based, gender-equitable and human rights-based green economic development’, encargado por ONU Mujeres, New York.

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