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La comercialización del conocimiento

Publicado en Sector Privado y Poder Corporativo en abril 3rd, 2013 by

¿Qué significa para los derechos de las mujeres que la mayoría de las plataformas y servicios en línea sean propiedad de unas pocas corporaciones trasnacionales? ¿Cómo afectan los acuerdos internacionales sobre propiedad intelectual, protección de datos y privacidad nuestra incidencia? ¿Quién gobierna Internet, los contenidos y la información que generamos e intercambiamos, y cómo podemos las feministas interactuar con este proceso y participar en él? A continuación incluimos un artículo de genderit.org sobre los temas planteados en la sesión de la caja de herramientas para una economía feminista “La comercialización del conocimiento: Cómo el mayor acceso y disponibilidad de Internet transformaron la forma como se produce y se comparte el conocimiento” en el Foro AWID 2012.

Presentadoras: Jac sm Kee, Erika Smith y Natasha Primo (Asociación para el Progreso de las Comunicaciones, Programa de Derechos de las Mujeres), María Suárez (Escribanas)

Compras en el rincón de ofertas de la sociedad de la información

Por Erika Smith

Cuando vi la siguiente cita en el nuevo sitio Collusion, de Mozilla,

“Cuando no pagas por algo, no eres cliente; eres el producto en venta” – Andrew Lewis

sentí que resumía muy bien la sesión de la caja de herramientas para una economía feminista que APC coordinó en el Foro AWID 2012, llamada “La comercialización del conocimiento”. (Ya que estamos: si alguna vez dudaste de que estemos todas/os interconectadas/os, visita Collusion. Es mucho más fácil de entender que la física cuántica).

Esta sesión, convocada por APC, reunió a distintas panelistas para impulsar el debate y la reflexión, pero la participación fue intensa y aportó muchos conocimientos – además, estaba llena de feministas ansiosas de profundizar las conversaciones sobre la comercialización del conocimiento.

Natasha Primo compartió los resultados de una investigación de APC sobre piratería en Sudáfrica. Según el país del que provengas y tu entorno cultural, la palabra “piratería” y el hecho de admitir que “pirateas” pueden hacer que la gente se sobresalte y te mire como si admitieras estar haciendo algo impropio como compartir agujas o cometiendo un delito grave como el robo a mano armada (y en algunos países, ¡la piratería es un delito grave!)

Pero Natasha presentó el tema de manera muy realista: después de todo, las ideas sobre la piratería y la propiedad cultural son imposiciones culturales y coloniales, y Sudáfrica es un excelente ejemplo de esto. Bajo el apartheid: “Debido a las prohibiciones de libros y la censura gubernamental, la copia ilegal se convirtió en un acto de resistencia política porque era la única manera de difundir puntos de vista disidentes”.

Existe una verdadera fiebre anti-piratería, que está muy ligada a la veneración por la economía de mercado. Natasha observó que los países que no cumplen con las leyes estrictas sobre propiedad intelectual están sujetos a recortes en la ayuda para el desarrollo, algo que definitivamente debemos vigilar. Pero la investigación también reveló que la aplicación de esas leyes no solo se centra en las partes más vulnerables de la maquinaria pirata (como las vendedoras callejeras, apostaría yo) sino que no logra cambiar los patrones de la piratería. ¿Por qué? Porque factores como la pobreza, la globalización de la cultura mediática y el acceso barato a Internet también influyen.

La idea de que todas/os podamos compartir por igual, que está presente en Creative Commons y Copyleft, es el anticristo para la economía de mercado. ¿Por qué los defensores de la propiedad intelectual tienen tanta resistencia a permitir excepciones que tengan en cuenta las diferentes economías que conforman nuestro planeta y a cobrar precios razonables por los productos, ya sean publicaciones académicas o la música más reciente? Esto para no hablar de su desprecio por el derecho humano básico a tener acceso al conocimiento, como por ejemplo el acceso universal a material de lectura para las personas ciegas.

María Suárez, de Escribanas, introdujo una perspectiva completamente diferente: ¿a quién le va a pertenecer nuestra historia como movimientos de mujeres? ¿Qué sucede con nuestras historias y archivos feministas cuando centros de documentación como ISIS en Chile se ven obligados a cerrar sus puertas? El movimiento, ¿estará sujeto a derechos de autor/a? ¿Quién debería controlar los “archivos públicos” – deberían estar en manos de los gobiernos? Sus preguntas me asustaron. Natasha preguntó: “¿Cómo podemos garantizar que las empresas no capturen el conocimiento que es de propiedad pública?

Mi rol fue analizar Google, Facebook y Twitter – empresas que tienen servicios gratuitos excelentes de los que todas/os nosotras/os dependemos cada vez más – desde la perspectiva de una usuaria. Hasta la inversión que hizo Google en el sistema operativo de fuente abierta Android para dispositivos móviles, gratuito, les implicó una ventaja en nuestro mundo que es cada vez más móvil: garantizar que tengas una línea directa a los servicios de Google aun cuando estés desplazándote.

Se generan miles de millones de dólares de ganancia casi exclusivamente por publicidad, en la que el producto en venta … somos nosotras/os, previo procesamiento de los datos que con gusto aportamos con cada búsqueda que hacemos, cada juego que jugamos y cada amiga/o que etiquetamos, utilizando algoritmos increíblemente sofisticados y ahondando sobre datos ya seleccionados. ¿Qué significa esto cuando los movimientos feministas abandonan sus sitios de Internet y concentran toda su comunicación a través de Facebook – el mismo sitio del que sabemos que censura imágenes e información sobre sexualidad lésbica, aborto y amamantamiento?

Jac sm Kee nos alentó a no hacernos ilusiones. Basta con mirar el informe de Google sobre transparencia: Google dice claramente que si un gobierno le pidiera información sobre nosotras/os, se la daría. Y con el poder económico y la influencia considerable de que gozan, estas empresas pueden negociar con países y luego cambiar sus servicios de acuerdo a lo acordado; hacer que se promulguen o se deroguen leyes, o comprar íntegra la base de datos de un país.

Después de analizar la comercialización histórica del conocimiento que es anterior incluso a la imprenta, Jac nos preguntó en qué sentido Internet era diferente. Desde las historias orales en adelante, la información se viene mercantilizando y se controlan tanto los derechos de autor/a como el acceso a la información. La arquitectura abierta de Internet, que no le “pertenece” a nadie, que se basa en “de muchas/os-a muchas/os” y te permite crear información idéntica con poco esfuerzo, es una gran amenaza para la industria, que se basa en la comercialización de todo intercambio. Así tenemos esta gran plataforma para compartir conocimientos y ahora tanto empresas como gobiernos están peleándose por regularla.
Por supuesto, esa es la razón por la que Internet, y la gobernabilidad de Internet son temas de importancia vital para el feminismo. No pude dejar de pensar en esto ante cada afirmación, cada experiencia compartida en esta sesión y en otras – cuando Women on Waves habló de la censura directa y a través de la colaboración abierta distribuida a la que se enfrentan a cada paso en Facebook, YouTube o las búsquedas de Google cuando intentan concientizar y desarrollar capacidades acerca del aborto; Nadine Moawad explicó cómo la palabra “Palestina” desapareció de Facebook; una representante de Wikipedia Foundation se quejó porque el 90% de los editores son hombres; o cuando se difundieron alertas sobre nuevas SOPAs que se están cocinando o PIPAs que se empiezan a fumar en los parlamentos … Internet no puede estar a la venta en el rincón de ofertas, ni pueden estarlo nuestras historias o nuestros movimientos.

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