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Desmitificando la crisis financiera: Cómo se derrumbaron los muros

La crisis financiera de 2008 continúa su curso. Las/os líderes mundiales no la están resolviendo sino que la están utilizando para imponerle medidas de austeridad a poblaciones enteras. No es difícil entenderla; pero si no la entiendes, no podrás actuar contra ella. Este es un tema de ciudadanía y de las mujeres. A continuación incluimos un resumen preparado por el personal de AWID sobre los aspectos tratados en la sesión de la caja de herramientas para una economía feminista “Desmitificando la crisis financiera: Cómo se derrumbaron los muros” durante el Foro AWID 2012.

Presentadora: Susan George (Transnational Institute)

Curso acelerado sobre el clima financiero

La crisis financiera reciente que se originó en Estados Unidos y se replicó en todo el mundo no es, como se la describió, un evento aislado o un hecho que ocurre una sola vez en nuestro sistema financiero. Si bien esta fue la crisis más grave desde la Depresión de 1929, hubo otras crisis similares (por ejemplo en los años ochenta en Estados Unidos, en Asia a fines de los noventa, la que afectó duramente a Turquía y a la Unión Soviética en 2000, la burbuja ‘dotcom’ en 2001/2002 y otras), lo que muestra que ya se estaba preparando algo grande.

Estas crisis se producen debido a una estructura sistémica que coloca a la industria financiera en el lugar donde tiene el mayor poder para influir sobre otros sistemas. En la jerarquía de poder, la siguen la economía real y la sociedad mientras que la tierra/medio ambiente ocupan el lugar menos poderoso en nuestro sistema. Lo que esto significa es que la industria financiera controla a todos los otros sistemas dentro de esta dinámica de poder. Este sistema ejerce un impacto directo sobre los derechos de las mujeres y para avanzar los derechos humanos hay que revertir esta jerarquía de necesidades de modo que la economía y la industria financiera estén al servicio de las necesidades de la gente y no a la inversa.

El sistema de poder existente está bajo la influencia de grupos de presión financieros que desde la década de los ochenta vienen presionando al gobierno y que lograron eliminar varias políticas y regulaciones que mantenían bajo control al sistema financiero y a sus instituciones. Después de la Depresión de 1929, el presidente Roosevelt promulgó varias disposiciones para proteger a la sociedad y que no fuera dominada por el sistema financiero. Resulta significativo que la Glass Steagall Act impusiera la necesidad de una separación entre los bancos de depósitos comerciales (bancos minoristas que ganan dinero ofreciendo préstamos a tasas de interés que incluyen un margen de beneficio para ellos) y los bancos de inversión (casas financieras a las que les preocupan más las transacciones comerciales como las fusiones y adquisiciones, y que venden acciones en el mercado con las que ganan dinero cobrando por el servicio). En 1999, esta ley fue derogada después de años de cabildeo por parte de la industria financiera para que los seguros, la banda minorista y las actividades del mercado pudieran estar todos bajo un mismo techo. Bancos de inversión como Chase, City Corp. y Wells Fargo se convirtieron en instituciones a las que se consideraba demasiado grandes como para fracasar, porque si ellas fracasaban el gobierno tenía tanto para perder que tendría que rescatarlas. Esto introdujo un cambio fundamental en la forma como operaba el capitalismo.

Préstamos neutrónicos que se estrellaron

Estas desregulaciones crearon un clima que permitió que surgieran nuevos productos para satisfacer las demandas de la industria financiera. El gobierno promovió que a las familias pobres y de alto riesgo (como deudoras) se les diera la oportunidad de endeudarse mediante hipotecas para comprar sus casas. Al comienzo, estas hipotecas se ofrecieron a tasas mensuales por debajo de las primas que en un plazo determinado (en uno o dos años) se iban duplicando y en algunos casos triplicando. La idea era que aun si las familias tenían que solicitar la ejecución de la hipoteca, los bancos podrían disponer a discreción del edificio (la casa). En los círculos financieros, se los llamó “préstamos neutrónicos” porque podían destruir a la gente dejando intactos los edificios. También se los conoció como “préstamos ninja” porque se sabía que le estaban prestando a personas de bajos ingresos y sin bienes, que no tenían cómo protegerse. A la fecha, en Estados Unidos hay diez millones de familias a las que se les ejecutaron sus hipotecas y se las dejó sin hogar.

Las instituciones financieras lograron vender estos préstamos como productos de inversión, en paquetes con otros préstamos – para estudiantes y para adquirir automotores – y mezclándolos geográficamente. Luego estos paquetes se fraccionaron y se vendieron como inversiones seguras. El condimento extra necesario para que estos valores se convirtieran en un producto deseable lo aportaron las agencias calificadoras que son las responsables de indicar el grado de seguridad que ofrecen los productos financieros. Estas agencias son de propiedad privada y compiten entre sí, por lo cual asignan la calificación Triple A (ultraseguros) todo el tiempo.

Intrusos en los mercados de alimentos

Las desregulaciones que afectaron al mercado financiero tuvieron un impacto similar sobre los mercados de alimentos, incluyendo los de productos básicos como trigo, maíz, soja y arroz. Históricamente las/os productoras/es estadounidenses invierten en estos mercados de materias primas, sobre los que también influyen quienes las compran (como las empresas que fabrican alimentos) porque invierten en la cosecha del año siguiente y compran los alimentos por adelantado. Antes había regulaciones acerca de quiénes y cuánto podían invertir en estos mercados. El propósito era impedir que un determinado actor acorralara al mercado, es decir, que hiciera subir los precios mediante su inversión. El mercado de alimentos de Estados Unidos fija el precio mundial y por eso esta limitación era importante y necesaria para controlar el precio de los alimentos.

Esta ley también se derogó para que quienes compraban no tuvieran que identificarse y quienes invertían pudieran comprar todo lo que quisieran. Cuando las hipotecas por debajo de las primas comenzaron a dar pérdidas, la industria financiera se volcó al mercado de materias primas alimenticias. En 2008, se produjo un enorme flujo de inversiones en este mercado; el monto invertido fue 20 veces superior al promedio de 2004 a 2006. Otro ejemplo de la naturaleza colosal de este cambio fue que, en un solo día, el precio del trigo se incrementó en un 31%. Esto tuvo como resultado disturbios por alimentos en todo el mundo, con un fuerte impacto sobre las mujeres que tienen que ajustarse a los presupuestos con los que cuentan y aun así darle el alimento suficiente a su familia. Según la FAO, en ese momento el número de hambrientas/os se incrementó en mil millones de personas. Este es otro ejemplo más de cómo un grupo reducido de corredores de bolsa en Nueva York ejerce impacto sobre los derechos de las personas en el mundo entero.

Los gobiernos hurgan entre los restos del naufragio

Estos eventos – que están conectados entre sí – y las crisis resultantes en el sistema financiero colocan en primer plano los problemas del neoliberalismo. Problemas similares se replicaron en toda Europa y en el mundo. Los gobiernos rescataron a los bancos y, a la fecha, por ejemplo Estados Unidos ya invirtió 16 billones (16.000.000.000.000) de dólares en los bancos con ese fin. Estos son fondos que no se destinan a pagar por mejores escuelas u hospitales. La sociedad pagó la crisis con el hambre, la pérdida de sus hogares y de sus fondos de retiro. Lo que resulta aun más insultante es que ahora vemos que, para compensar este gasto, se están aplicando mayores impuestos a las/os pobres y a la clase media. Un enfoque de derechos humanos proporciona un marco de referencia para controlar a la industria financiera de modo tal que esté al servicio de la gente y no a la inversa.

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