Soberanía alimentaria: Explorando los debates sobre alternativas de desarrollo y los derechos de las mujeres

Pamela Caro, CEDEM, Chile.
En la contribución de Pamela Caro que presentamos a continuación, se destacan los debates actuales sobre soberanía alimentaria desde una perspectiva de género teniendo en cuenta el rol central que ha jugado el movimiento de mujeres campesinas a nivel internacional y en América Latina. Se busca explorar los desafíos y promover el debate entre las defensoras de la igualdad de género sobre cómo vincularse con los movimientos de campesinas/os y su visión de soberanía alimentaria y de sus derechos.
¿Qué entendemos por soberanía alimentaria?
El concepto de soberanía alimentaria emerge de un proceso de construcción colectiva, participativa, popular y progresiva, y se define como el derecho de todos los pueblos a decidir sus propias políticas de agricultura y alimentación priorizando productos locales y variedades criollas (CLOC–La Vía Campesina, 2010: 23–25).
El concepto de soberanía alimentaria fue introducido en 1996 por La Vía Campesina, en el marco de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación organizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en Roma (Cumbre Mundial de la Alimentación, 1996)(11). Las organizaciones de mujeres rurales presentes en el Foro paralelo a la Cumbre, fueron críticas del debate oficial sobre ‘seguridad alimentaria’ porque incluía el concepto de garantizar el derecho a la alimentación a través de la liberalización del comercio de alimentos.
En contraposición, las organizaciones campesinas desarrollaron el principio de soberanía alimentaria que plantea que ‘el alimento no es una cuestión del mercado, sino una cuestión de soberanía’ (Montecinos, 2010). El derecho a la alimentación y a producir soberanamente son ‘no- negociables’.
Optar por un modelo de soberanía alimentaria implica un giro radical de las políticas actuales, pasar de la producción industrial orientada a la exportación a la pequeña producción campesina, que se orienta hacia modos de vida congruentes con la sostenibilidad, la redistribución, la justicia y la equidad. Es importante como alternativa frente a los graves problemas que afectan a la alimentación y a la agricultura en todo el mundo.
Principales componentes del modelo de soberanía alimentaria
Los elementos que presentamos a continuación sirven como modelo organizador para aplicar un modelo sustentable de producción agrícola campesina basado en la soberanía alimentaria:
1. Priorizar la producción agrícola local para alimentar a la población (León and Serna, 2007: 11).
2. Revivir las luchas por la reforma agraria integral.
3. El conocimiento y la plena libertad para intercambiar y mejorar semillas.
4. Luchar contra los organismos genéticamente modificados y la promoción de la agricultura orgánica.
5. El derecho de los pueblos a consumir de acuerdo a factores culturales, éticos, religiosos, estéticos y nutricionales. La función social de la agricultura es producir alimentos.
6. Afirmar que la soberanía alimentaria está ligada a la lucha por detener el calentamiento global y por el enfriamiento del planeta, basándose en un modelo sustentable de producción.
El derecho a la alimentación y los derechos de las/os campesinas/os
La crisis financiera mundial y su impacto en el precio de los alimentos ha resultado en la violación del derecho a la alimentación como derecho humano primordial. Su falta de ejercicio y justiciabilidad implican una limitación para la realización efectiva de otros derechos humanos.
El movimiento La Vía Campesina habla de la necesidad de una convención internacional sobre los derechos de las/os campesinas/os pues reconoce que los mecanismos y convenciones internacionales son limitados, especialmente en lo que respecta a la protección de los/as pequeños/as agricultores/as de las consecuencias de las políticas neoliberales (‘Declaración de derechos de las campesinas y campesinos’, 2009). Una lectura de género de estos derechos permite afirmar que se visibiliza la situación de las mujeres campesinas: se establece claramente que se requiere garantizar sobre todo sus derechos individuales y se reconoce la igualdad entre campesinas y campesinos.
El rol de las mujeres
El principio de soberanía alimentaria es un principio básico para construir proyectos alternativos de desarrollo rural y producción agrícola y campesina. No sólo involucra a las poblaciones rurales sino a la sociedad en su conjunto: ‘no es un tema campesino, sino un tema de sociedad y de humanidad’. Sin embargo, ¿qué elementos permiten el avance de los derechos de las mujeres?, y ¿cuáles son las oportunidades y desafíos relacionados con el concepto de soberanía alimentaria para el ejercicio de los derechos de las mujeres?
Históricamente, muy pocas sociedades han reconocido socialmente o valorado económicamente las actividades necesarias para la reproducción humana, la sostenibilidad o mantenimiento de la vida, incluida la alimentación, aunque son imprescindibles para la supervivencia. En el caso de las mujeres campesinas, ellas son las protectoras primarias de los recursos genéticos en el mundo y de la biodiversidad. Sin embargo, sus contribuciones a la economía agrícola son invisibles en las estadísticas oficiales (León, 2008: 8) y, desde una perspectiva de género, se les ha negado valor social (León y Serna, 2007). En definitiva, ellas han desarrollado mecanismos de producción, procesamiento y distribución, al mismo tiempo que lamentablemente participan de la relación desigual que implica el trabajo no remunerado.
Las organizaciones de mujeres de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) se han incorporado plenamente y desde sus orígenes al proceso de construcción de la propuesta de producción campesina sustentable basada en el principio de soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria incorpora una agenda de reivindicación del valor de la función social histórica de las mujeres campesinas en torno al proceso creativo de la producción alimentaria (Montecinos, 2010) pues se asume que ello contribuirá al reconocimiento de su calidad de sujetas y ciudadanas. También incluye una agenda de reparación en el ámbito de las relaciones sociales de género ya que se ha venido negando el valor de la participación femenina desde el comienzo de la división patriarcal del trabajo (León, 2008:8).
Desde la perspectiva de la soberanía alimentaria, las propuestas con contenido de género más claras están asociadas al acceso equitativo a la tierra, crédito y capacitación, tanto para hombres como para mujeres. Frente al derecho soberano de producir alimentos, la demanda ha sido lograr el reconocimiento y la valoración del papel de las mujeres en la historia y en el presente.
Abriendo el debate sobre la emancipación y el empoderamiento de género
¿Cómo podemos lograr ese reconocimiento y valoración de manera tal que se desprenda del estereotipo tradicional femenino para transformarse en un vehículo de empoderamiento de género?
Por ejemplo, la lucha feminista occidental se ha encaminado a cuestionar la adscripción rígida y naturalizada entre lo femenino y la preparación de alimentos, y la emancipación ha implicado muchas veces una ‘liberación de la cocina’, buscando la responsabilidad compartida en dichas tareas y ámbitos. Las voces de mujeres campesinas obligan a un cambio en la percepción para comprender las labores de conservación y preparación de alimentos como ‘otro poder’, priorizando otros valores. ‘En todo nuestro caminar le hemos ido dando un valor, lo que para las mujeres de la ciudad podría parecer una carga, para nosotras es un espacio de poder’ (Rodríguez s.d.).
Al correr esta barrera debería reconocerse el valor económico de la reproducción y, por ejemplo, la producción de alimentos para el autoconsumo debería dejar de catalogarse como estrictamente reproductiva (León, 2005) para comenzar a considerarse como productiva.
Está claro que la soberanía alimentaria tiene rostro y manos de mujer. Ahora, ¿cómo esta propuesta emancipa a las mujeres? La respuesta no es sencilla ni unidireccional.
La soberanía alimentaria se apoya en el derecho de los pueblos a decidir cómo producir, qué producir ynlas condiciones para su distribución. Desde una óptica feminista, es necesario agudizar el análisis respecto a cómo se reparte el poder y la toma de decisiones en los espacios en los que idealmente se ejercería este derecho a decidir. En definitiva, cómo asegurar el ejercicio de la democracia interna en las comunidades y pueblos.
Dado que soberanía alimentaria alude a los procesos de producción, preparación y consumo de alimentos -función social históricamente asignada a las mujeres en todas las sociedades – vale la pena trabajar hacia una sociedad donde estas actividades en sus aspectos reproductivos y no remunerados sean asumidas como una responsabilidad de la sociedad en su conjunto, y no sólo de las mujeres. De esta manera adquirirán el reconocimiento social que merecen.
Todas estas consideraciones nos llevan a politizar el espacio de la preparación y distribución del alimento, central en nuestra economía, porque ‘las mujeres sabemos cómo hacerlo, queremos ser escuchadas, lograr el poder que nos permita hacerlo y, a la vez queremos repartir y compartir el trabajo que implica’ (Nobre, 2009).
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