Redefiniciones económicas hacia el Buen Vivir: Un acercamiento feminista

Magdalena León, REMTE – Ecuador
La adopción constitucional del concepto de Sumak Kawsay/Suma Qamaña o Buen Vivir en Ecuador y Bolivia se da en un contexto de crisis del neoliberalismo en América Latina y de una crisis mundial del capitalismo. El Buen Vivir recoge la cosmovisión de los pueblos ancestrales de la región andina y da prioridad a los principios de solidaridad, reciprocidad, complementariedad y cooperación sobre aquellos de egoísmo y competencia propios del capitalismo. El presente artículo de la activista feminista ecuatoriana Magdalena León coordinadora y enlace nacional de la Red Latinoamericana de Mujeres Transformando la Economía en Quito, Ecuador, presenta algunos aspectos clave de la reformulación económica hacia el Buen Vivir desde una perspectiva feminista.
Buen Vivir
La introducción del Buen Vivir en las políticas públicas marca una punto de inflexión luego de décadas de predominio de una visión de desarrollo(14) que probablemente haya sido la más exitosa en sus alcances homogeneizadores para la humanidad toda, a la que luego le siguió la de la globalización, que la reforzó y con la que se combina.(15) Hay una percepción de agotamiento del desarrollo, incapaz de dar respuesta a unos problemas que tienen que ver con la continuidad de la vida misma en el planeta.
En un período relativamente corto hemos transitado desde la total hegemonía neoliberal hacia experiencias que han adoptado como principio ordenador el Buen Vivir. En términos económicos, esto supone un cuestionamiento directo a la lógica de la acumulación y reproducción expansiva del capital afirmando, por el contrario, una lógica de sostenibilidad y reproducción expansiva de la vida. Las coincidencias entre Buen Vivir y economía feminista la convierten en uno de los pilares teóricos y políticos para esta alternativa económica en ciernes.(16)
La utilidad económica ‘inmediata’ del Buen Vivir
El Buen Vivir se enuncia como el logro colectivo de una vida plena, basada en relaciones armónicas y equilibradas entre los seres humanos y entre todos los seres vivos, en la reciprocidad y en la complementariedad. Supone reconocer que los seres humanos somos parte de la naturaleza, dependemos de ella y somos interdependientes. Marca una ruptura con la centralidad del individuo, la superioridad de lo humano y con las nociones de progreso, desarrollo y bienestar en clave capitalista.
El enunciado del Buen Vivir recoge la cosmovisión de los pueblos ancestrales(17) y converge con avances de la economía feminista, la economía ecologista y la economía solidaria. Todas ubica como eje la vida y el trabajo (no el mercado), y anteponen los principios de solidaridad, reciprocidad, complementariedad y cooperación a aquellos de egoísmo y competencia propios del capitalismo.
Resulta inherente al Buen Vivir la visión feminista que integra producción y reproducción como procesos indisociables de la economía, de la generación de riqueza y de condiciones de vida. Asimismo, la visión ampliada del feminismo valora las relaciones y recursos que se movilizan en los ciclos de producción y reproducción -favoreciendo otros equilibrios distintos al del mercado- para garantizar continuidades y cambios en tanto sean compatibles con la justicia económica y la sostenibilidad de la vida.
La óptica feminista supone ver y actuar sobre relaciones y espacios de trabajo protagonizados por mujeres y otras/os actores económicos y sobre los esquemas de injusticia económica que son pilar de este sistema. Igualmente, implica pasar de un énfasis en las carencias de las/os actoras/es, a un acento en los aportes que generan. Resulta esencial revalorizar los conocimientos estratégicos para la vida y las dinámicas sociales que los producen y mantienen, en las cuales las mujeres tienen muchas veces un rol central.
El trabajo es el ámbito fundamental para el reconocimiento, la visibilidad y revalorización económica. La Constitución de Ecuador (2008) y subsecuentes instrumentos de política, incorporan redefiniciones sustantivas, que marcan un salto histórico en esta materia.
Se ha revisado el concepto mismo del trabajo, recuperándolo como eje de la economía, evidenciando sus variadas modalidades, sea en relación de dependencia o autónomo, incluidas las labores de autosustento y cuidado humano. Esto es algo fundamental en un país como Ecuador cuya estructura del empleo y del trabajo es diversa y requiere de mecanismos para fortalecer sectores que han sido relegados y estigmatizados como el trabajo campesino, el trabajo autónomo en general (antes visto como ‘informal’), el trabajo familiar no remunerado, entre otros.
Los cuidados como categoría económica con nuevos alcances
La economía del cuidado se ha construido desde la economía feminista como un ámbito amplio, relacionado con las condiciones indispensables para los ciclos de reproducción de la vida de todas las personas, dado que, en diversos grados a lo largo de nuestro ciclo vital necesitamos cuidados, que incluyen acceso a bienes, servicios y atención que resultan indisociables del flujo material.
Este es el ámbito económico en que por excelencia el principio de funcionamiento es la solidaridad, pero en medio de injusticias y desigualdades que reclaman el ejercicio de la reciprocidad. Es también una realidad que pone a la vista el principio de interdependencia de los seres humanos, al contrario de la perspectiva económica neoclásica que concibe la concurrencia al mercado de sujetos económicos completamente independientes y autónomos.
Pero la perspectiva del Buen Vivir abre un nuevo cauce para los cuidados en su dimensión económica. Una relación armoniosa y equilibrada con la naturaleza es condición de nuestra existencia, pues la vida humana depende de las otras formas de vida que la constituyen. Se trata de formas y sistemas de vida que no sólo no deben continuar siendo depredados, sino que requieren restauración, protección y manejo sostenible, lo cual implica procesos de trabajo y de movilización de recursos.
Repensar la productividad
En perspectiva de mediano plazo, la transición hacia el Buen Vivir requiere redefinir conceptos clave, como el de la productividad. Se trata de superar las nociones convencionales centradas en el objetivo de maximizar ganancias y para ello maximizar eficiencia (productividad sistémica), para redefinirla en términos de maximizar la sostenibilidad y diversidad económicas, con equilibrios humano y ambiental.
Esto conlleva reconocer la interrelación entre lo productivo y lo reproductivo, superar la eficiencia como el logro de ‘más con menos y siempre’ para referirla al uso óptimo de recursos en condiciones dadas, atando ese óptimo a protección y justicia. Implica salir de los ideales de expansión y crecimiento para relativizarlos con el logro de equilibrios de vida, que pueden suponer la contracción y el decrecimiento en algunas situaciones.
Conclusión
La agenda feminista de redefiniciones económicas hacia el Buen Vivir se perfila desde el acumulado teórico y práctico avanzado por las mujeres desde hace siglos. Sin embargo y al mismo tiempo, requiere tomar distancias de algunos sesgos que se instalaron en tiempos neoliberales y que en unos casos se han naturalizado como parte de una ‘agenda económica’ de las mujeres. Necesitamos distanciarnos:
• De una visión sectorial del género y la economía, que establece relaciones limitadas o acotadas a determinados temas: ingresos, activos, etc., sin cuestionar el sistema del que hacen parte.
• De una visión ‘cosmética’ de género que añade el género a determinados temas acríticamente, sin reparar en sus compatibilidades y coherencias. El neoliberalismo no ignoró a las mujeres, sino que desarrolló una visión y unas intervenciones que nos encasillaba en la pobreza, el microcrédito, con discursos que buscaban convertirnos en puntas de lanza de las visiones empresariales, para así abonar a la tarea de construir la sociedad de mercado inherente al capitalismo.
• De una visión circunscripta a los derechos económicos de las mujeres sin conexiones relevantes con una crítica y redefinición del modelo y con una relectura de la economía ‘tal como es’, todas ellas tareas que son parte de los cambios por venir.
• De una noción de incidencia inercial que nos ubica fuera de los procesos de cambio que se consideran exteriores. Es preciso actuar desde la coparticipación, ubicando diferencias con quienes se oponen o no hacen parte de la construcción del cambio, y buscando coincidencias y alianzas inéditas que se presentan hoy para compartir tareas transformadoras.
Comentarios