Buen Vivir: Una introducción desde una perspectiva de derechos de las mujeres en Bolivia

Martha Lanza, Fundación Colectivo Cabildeo Bolivia(13)
Martha Lanza introduce el Buen Vivir como un concepto en construcción en la región andina de América Latina que tiene como objetivo cambiar la mentalidad de la producción y el consumo frente al desarrollo basado únicamente en el crecimiento económico. Este artículo explora el concepto de Buen Vivir, tanto en su construcción ideológica como en su aplicación en las políticas públicas en Bolivia e impugna la noción de la neutralidad de género. De hecho, uno de los principales retos identificados es desmantelar las estructuras de poder patriarcales que limitan la participación de las mujeres en la toma de decisiones, y esconden las desigualdades de género dentro de las comunidades indígenas.
El Buen Vivir está íntimamente relacionado con la cosmovisión indígena que plantea el ‘Suma qamaña’ como el ‘vivir en armonía y equilibrio con los ciclos de la Madre Tierra, de la vida y de la historia y en equilibrio con toda forma de existencia’ (Huanacuni, 2010). Este concepto surge desde el pensamiento indígena como propuesta alternativa al modelo civilizatorio occidental.
Para esta concepción lo más importante es la armonía con la naturaleza y por ello establece una defensa intransigente de todas las formas de vida. Como expresa el canciller boliviano Germán Choquehuanca, este modelo es una alternativa frente al capitalismo que concibe el desarrollo como la acumulación de capital y dinero. El modelo de Buen Vivir, en cambio, hace hincapié en la cultura de la vida, en la cultura de la complementariedad con la naturaleza. Deja de lado la competitividad y la producción y se establece en el marco de las necesidades comunitarias, sin exacerbar el individualismo ni las competencias desleales.
Uno de los desafíos es implementar estos conceptos en las políticas públicas de Estado. Un avance importante para ello es la definición de Estado que se plantea en la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia: ‘un estado asentado en el respeto e igualdad entre todos y todas, con principios de soberanía, dignidad, complementariedad, armonía y equidad en la distribución y redistribución del producto social’ (Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, 2009). Este principio constitucional se incorpora en el Plan Nacional de Desarrollo, que define la transformación del país en un proceso de largo plazo asentado en cuatro pilares: la dignidad, la soberanía, la democracia y la productividad.
Romper con el modelo económico extractivista que desangra la Madre Tierra y destruye nuestros recursos naturales es un desafío fundamental. Por ello, es necesario establecer un modelo productivo ambientalmente equilibrado, equitativo y respetuoso de la Madre Tierra. Como anota Raúl Prada, para que esto ocurra es fundamental contar con la participación activa de las comunidades en el desarrollo local y nacional, lo que permitirá una visión territorial más integrada e integradora.
Descolonizar y desmantelar el patriarcado
Para las mujeres indígenas aymaras y quechuas, su rol y papel en el Buen Vivir está ligado a las concepciones cosmogónicas de los géneros que aluden a la división armónica y complementaria entre hombres y mujeres, tal como la explican las narraciones míticas que pretenden dar respuesta al origen del universo y de la humanidad; un ejemplo de esto es la leyenda de Mama Ocllo y Manco Kapac.
Si bien la complementariedad planteada en el concepto de chachawarmi es un concepto central del Buen Vivir, la realidad nos muestra que esta premisa está lejos de ser efectiva dadas las discriminaciones manifiestas entre hombres y mujeres indígenas en cuanto a la toma de decisiones y la distribución igualitaria de recursos, por ejemplo, la tierra. Para algunos pensadores indígenas, esta realidad no es visible o tienden a considerar que este conflicto se explica por el choque de visiones y el trastrocamiento que el sistema político occidental –asentado en la diferenciación e individualización -ha generado en las formas de hacer política y en las formas de representación comunitarias y colectivas.
Dejando de lado las visiones esencialistas, se debe reconocer que al interior de las comunidades indígenas existen contradicciones y desigualdades de género que no pueden negarse ni ocultarse. Como afirma la investigadora indígena María Eugenia Choque, ‘las desigualdades entre hombres y mujeres existen en la vida comunitaria, pero no en todas las esferas. Por ejemplo, las relaciones de género en la producción agrícola son complementarias ya que el trabajo y la división de tareas es equilibrada y forma parte de la concepción del Buen Vivir. El conflicto se presenta en los espacios visibles de poder, donde las mujeres son segundonas, aunque en el momento de la marcha y la lucha por los derechos estén en primera fila’ (Choque, 2010).
A pesar de ello, la complementariedad entre hombres y mujeres (o chachawarmi), basada en la combinación armónica entre lo femenino y lo masculino tanto en los seres humanos como en la naturaleza, se convierte en un instrumento político fundamental para las mujeres indígenas. Un instrumento que les permitirá reconstruir el equilibrio y la armonía en las relaciones de género quebradas por la visión individualista y patriarcal de los colonizadores -partiendo de las semejanzas más que de las diferencias, reconociendo la sabiduría de las mujeres en la construcción de la sociedad y la comunidad.
El Buen Vivir y los derechos de las mujeres en las políticas públicas
Veinticinco artículos de la Constitución Política del Estado de Bolivia garantizan derechos específicos para las mujeres. Su adecuación en leyes y políticas públicas ha significado un avance en el proceso de descolonización y desmantelamiento de las relaciones patriarcales en la sociedad y en el aparato estatal, como vías efectivas para la profundización real y efectiva de los derechos de las mujeres consagrados constitucionalmente.
Existen varios documentos que confirman estos principios: (i) el Plan de Desarrollo Económico y Social 2010-2015 que plantea de manera explícita la despatriarcalización del Estado y la sociedad mediante la institucionalización de procesos de transformación del sistema de dominación, asentado en la distribución desigual del poder entre hombres y mujeres y (ii) el Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades (PNIO) que menciona un enfoque de género dirigido a desmantelar el patriarcado -cimiento de la civilización occidental- y acabar con visiones individualistas de los géneros, formando, en el marco del Buen Vivir, a mujeres y hombres libres, desprovistas/os de los estigmas del género.
Dentro de la estructura del Estado, un avance importante es la Unidad de Despatriarcalización que tiene como objetivos visibilizar las relaciones sociales patriarcales y transformarlas para constituir sociedades justas y armoniosas.
Estos avances son el inicio de un profundo proceso de transformación del Estado plurinacional y de las relaciones desiguales de género. La ruptura real y efectiva de los ejes de subordinación y discriminación entre hombres y mujeres asentados en el uso y abuso del cuerpo de las mujeres, en la invisibilización del trabajo doméstico no remunerado y en la reproducción de patrones culturales, políticos y simbólicos discriminadores, es uno de los desafíos mayores que debe ser asumido con una visión política estructural y que involucre tanto a hombres como a mujeres.
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